“Dedico este material a la nueva generación de líderes cristianos que se levantarán con sabiduría divina para no tropezar con la misma piedra que nosotros, por ignorancia y falta de información sobre los desórdenes emocionales, tropezamos, caímos y nos lastimamos” dice la autora en la dedicatoria. Habiendo leído el libro completo, me remití a este párrafo porque recordé que ese fue el propósito de este ensayo en el que la autora expone reflexiones y argumentos basados en sus vivencias.
Conozco a Marijó y siento tanto que haya tenido que pasar por esta dura experiencia; sin embargo, una vez más veo cómo Dios saca belleza del dolor, puedo apreciar su valor y transparencia para compartirlo. Admiro su seria investigación que, en primera instancia, realizó para salir de en medio de la tormenta y hoy nos ofrece, generosamente, para que “encontremos fuerzas en Dios y para que vayan en aumento mientras caminamos por el valle de lágrimas”.
Consideración personal
“Plantar con lágrimas” es parte del paquete del liderazgo, ayudar a otros a atravesar las tormentas de la vida es lo que hacemos, pero quedar nosotros “en el ojo de la tormenta” es algo que no nos puede pasar. ¿O sí?
Preocupación. Ansiedad. Agotamiento. Estrés. Depresión. Temor. Angustia. Pánico. Burnout. Estos términos no deberían asociarse con un pastor, pero él, su esposa e incluso su familia viven bajo una tremenda presión. Con apremio por alcanzar el éxito, por ser populares, por cubrir el alquiler del lugar donde la iglesia se reúne, por el esfuerzo personal para alcanzar a los perdidos y crecer espiritualmente, por la consejería en la que se abordan los más diversos temas, por los problemas interpersonales entre los miembros de la iglesia, etc. Me viene a la mente la frase de Pablo: ¿Quién enferma y yo no enfermo? (2 Corintios 11:29), dando a entender que —como todos— nos cansamos, lloramos, nos enojamos, tenemos debilidades, somos imperfectos y vulnerables y, en ocasiones, terminamos en el consultorio de un médico o de un psicólogo. Porque quienes servimos a otros también sufrimos desórdenes emocionales, aunque sea un tabú decirlo.
Al leer En el ojo de la tormenta recordaba un fin de semana en el que mi esposo tuvo que celebrar un casamiento, un funeral, una presentación de niños al Señor y un bautismo en agua. Uno no es un “profesional”, sino que verdaderamente se alegra con los que confiesan amor, llora con los que lloran, se enternece con los bebés, bendice a Dios por los que declaran que Jesús es el Señor de sus vidas, pero todas esas emociones en tan solo 48 horas demandan un corazón muy fuerte…
Contenido de En el ojo de la tormenta
Cada una de las divisiones del libro nos lleva a admitir, a reconocer. ‘Reconocer la necesidad de cambio’, ‘Reconocer las dimensiones del ser humano’, ‘Reconocer los grandes temas en desequilibrio emocional’ para que en la Parte V seamos llevados, finalmente, “Hacia el equilibrio emocional”.
También hallamos respuestas a muchos interrogantes, tales como: ¿La ciencia está reñida con la fe en cuanto a los trastornos psicológicos? ¿Es pecado ir a ver a un psicólogo? ¿Cuándo se debe buscar ayuda profesional? ¿A veces se necesita algo más que oración? ¿Es necesario que el psicólogo o psiquiatra sea cristiano?
Sumada a la amplia bibliografía utilizada, Marijó comparte en el libro En el ojo de la tormenta los resultados de una encuesta (de la que aún puedes ser parte) que llamó Inestabilidad Emocional en la Pastoral, realizada entre el liderazgo de Latinoamérica.
Con todo lo que se espera de un ministro, pareciera que el descanso y el placer fueran para “las ovejas” pero no para el pastor; como si no hubiera tiempo para un Sabbat, para abstenerse de cualquier trabajo para honrar al Señor, y no debe ser así, por amor al ministerio, por amor a las almas, por amor al Señor. El Sabbat debería ser una jornada semanal en la que uno mira únicamente al Señor de la Obra, un remanso en medio de la tormenta de trabajo, el placer de la comunión con Él, la bendición de la semana entrante y un nuevo significado individual para continuar con nuestro compromiso.
Conclusión
Quizás muchos desconozcan estos asuntos; si eres uno de ellos: gracias por empatizar con los que hemos tenido la fe para creer que “a los que aman a Dios, todas las cosas (puede llamarse depresión, pánico, etc.) les ayuda a bien” (Romanos 8:28a). Este es un libro que estaba pendiente hace años. ¡Gracias, Marijó!
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